18 de octubre de 1996.
Montañas del Sureste Mexicano, Chiapas.
México.
Don Sabina:
Yo sé que le parecerá extraño que le escriba, pero resulta que me duele la muela y, según acabo de leer, usted camina ahora por estas tierras que, mientras no acaben por venderlas también, siguen siendo mexicanas. Entonces pensé yo que, aprovechando que me duele la muela y que usted camina ahora bajo estos cielos, pudiera yo escribirle y saludarlo e invitarlo a echarse un "palomazo" con el Sup (a larga distancia, se entiende). ¿Qué dice usted? ¿Cómo? ¿Que qué tiene que ver el dolor de muelas con el "palomazo"? Bueno, tiene usted razón, debo explicarle entonces la muy extraña relación entre el dolor de muelas, el que usted camine por estas tierras, la larga distancia y una muchacha. No, no se sorprenda usted de que ahora haya aparecido una muchacha. Siempre aparece una, vos lo sabés Sabina.
Bien, resulta que cuando yo pasaba por esa etapa difícil en que uno descubre que ya no es más un niño y tampoco alcanza a ser un hombre (esa etapa, vos lo sabés Sabina, en que las féminas se transmutan de molestas a interesantes y hay que ver la de problemas que esto provoca), conocí a un viejo que, sin que se lo pidiera, decidió que tenía que darme un consejo sobre esos seres incomprensibles pero tan amables que eran, y son, las mujeres.
"Mira muchacho "me dijo", la vida de un hombre no es más que la búsqueda de una mujer. Fijate que digo 'una mujer y no cualquier mujer'. Y por 'una mujer', muchacho, me estoy refiriendo a una de 'única'. El problema está en que el hombre siempre queda con la duda de si la mujer que encontró, si es que encuentra alguna, es esa `una mujer que estaba buscando. Yo ya estoy viejo y he descubierto una fórmula infalible para saber si la mujer que uno encontró es la 'una mujer' que estaba uno buscando..." (...) El viejo carraspeó y me confió: "Si tu le dices a una mujer que te duele una muela y ella, en lugar de mandarte al dentista o darte un analgésico, te abraza y deja que recuestes la mejilla en sus pechos, entonces, muchacho, esa mujer es la 'una mujer' que andabas buscando...".
Yo me quedé perplejo, pero como quiera tomé nota de la fórmula. A mí nunca se me había ocurrido que debía pasarme la vida buscando una mujer (...). A mí se me ocurrían cosas más concretas y factibles, como ser bombero, conquistar el mundo o construir un avión que se controlara solo con el pensamiento. Respecto a las mujeres, yo me tenía en muy alta estima y estaba más propenso a que esa "una mujer" me encontrara a mí, que a buscarla yo.
(...) A mí ni se me ocurrió que la fórmula estuviera mal. Así que achaqué mis primeros fracasos a la falta de autenticidad en mi dolor de muelas. Con clips y palillos, después de una paciente labor de meses, logré picarme dos muelas con tanto éxito que tuve que acompañar la estrategia con una fuerte dosis de antibióticos. Repetí la fórmula, ahora con la confianza de saberme auténtico, y los resultados siguieron siendo magros.
Así hubiera seguido adelante, acabando con mis muelas, si no es porque, ya adolescente, encontré a otro viejo que, cruel, me dijo: "Tu problema está en la cara. Más bien en tu nariz. A los feos, las muchachas no les hacen caso, a menos que sean cantantes". "¿Cantantes?" Bueno, esta nueva fórmula les daría reposo a mis muelas (que por lo demás ya estaban definitivamente destrozadas)... Claro que el problema entonces era saber qué se necesitaba para ser cantante (...). Después, escuchando canciones, me di cuenta de que el problema era mayor, ya que una cosa era
ser "cantante" y otra más difícil era ser "cantautor" o "canta-autor" (vos lo sabés Sabina). Entonces hice trampa, es decir, escribí algunos poemas (o como se llamara lo que escribía) y dejaba siempre pendiente la música.
(...) Resulta que (vos lo sabés, Sabina) hay ahora una muchacha que está demasiado lejos y entonces pensé que usted, Don Sabina, podría echarme una mano y una tonadita (mire que no es lo mismo pero pudiera ser igual). Y usted podría echarme una mano si me permitiera tutearlo y, cómplice como ha sido antes sin saberlo, fingiera usted que nos conocemos desde hace mucho tiempo y que, por tanto, es perfectamente natural que usted reciba una carta del Sup redactada en los siguientes términos: "Sabina (sí, ya sé que te desconcierta este inicial e irreverente tuteo, pero tú compórtate como si tal cosa): He trabajado arduamente en los últimos días en la letra que me encargaste para tu nueva canción ¡Vamos, quita ya esa cara de espanto! Ya sé que no me has encargado ninguna letra para ninguna canción, pero sígueme la corriente para despistar al enemigo) pero ha sido inútil. No me sale nada original.
Así las cosas, busqué en el cofre del pirata y solo encontré un viejo y mohoso poema, que no es tan viejo y tal vez ni a poema llegue, que te puede servir si le das un poco de aliño. Es ideal para ponerle música y escalar con velocidad el "hit parade" internacional (no me preguntes si para arriba o para abajo), pero tú ya sabes que a nosotros los artistas (sigue fingiendo demencia, no denotes la menor sorpresa) no nos importa la fama (bueno, no mucho).
En este caso particular, a mí solo me interesa una muchacha que está demasiado lejos para que pueda yo musitarle al oído este poema y arrancarle así, vos lo sabés Sabina, una sonrisa o una lágrima (...).
El poema dice, más o menos, así:
"Como si llegaran a buen puerto
mis ansias,
como si hubiera donde
hacerse fuerte,
como si hubiera por fin
destino para mis pasos,
como si encontrara
mi verdad primera,
como traerse al hoy
cada mañana,
como un suspiro
profundo y quedo,
como un dolor de muelas
aliviado,
como lo imposible
por fin hecho,
como si alguien
de veras me quisiera,
como si, al fin,
un buen poema me saliera.
Llegar a ti."
La tonadita puede ir más o menos así: tara-tarara-tararira-etcétera, vos lo sabés Sabina. El título de la canción podría ser "Canción para una muchacha que está demasiado lejos", o "Un dolor de muelas para ella", o "Un dolor de muelas, Sabina, la larga distancia, una muchacha y el Sup". En fin, ya se te ocurrirá algo. El crédito puede ser "Letra: el Sup. Música: Joaquín Sabina", o
"Letra y música: Joaquín Sabina (a petición del Sup)" o como quieras.
Vale. Salud y ojalá ella entienda.
El Sup." Esa podría ser la carta que usted recibiera y aceptara, Don Sabina.
Y todo esto viene a cuento porque estaba yo solo, con mi dolor de muela y leyendo que usted camina por estas tierras. Entonces pensaba yo que usted, tal vez, estaría de buen humor y magnánimo y que podría contarle yo la historia de los dolores de muelas, mi frustrada carrera como cantautor y una muchacha que está demasiado lejos (...).
Vale. Salud y ya sabe usted, si le sobran por ahí un analgésico o una tonadita, no dude en mandármelos. Ambas cosas se agradecen en este asfixiado pecho que le escribe...
Desde las montañas del sureste mexicano.
México, octubre de 1996
Casi dos años después de recibir la carta del Subcomandante Marcos (Sebastián Guillén, profesor universitario, según las autoridades mejicanas) Joaquín Sabina prometió que en un plazo de seis meses saldría un disco suyo con una canción relacionada con el Subcomandante del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Así se lo hizo saber Sabina a Marcos en un texto enviado en julio de 1998, una de cuyas copias fue entregada a los directivos del periódico Tiempo, con instrucciones para que siete días mas tarde lo divulgaran a la prensa.
El escrito está fechado en Buenos Aires, Argentina -país de origen del legendario guerrillero "Che" Guevara-, donde estuvo aquel mes. La misiva-poema del compositor fue la siguiente:
¿Dónde encontrar una excusa
para tan terca mudez?
Sucede que cada vez,
con mayor saña, las musas
se vengan de quien abusa
del ripio, del do, re, mi.
¿Que puedo contarte a ti,
que no sepas de memoria
si andas cambiando la historia
con la tinta y el fusil?
Bastará con que; en las actas
chiapanecas del dolor,
conste que mi corazón
es una ciencia inexacta
que, a regañadientes, pacta
con la razón militante.
Ojalá, subcomandante,
al cabo de este pregón,
merezca tu absolución
este afónico cantante.
Pero elige con cuidado
a quien diriges tus cartas
porque hay leyendas que infartan
al ánimo más templado.
¿Como puede merecer
corresponsal tan bragado
quien desde el mejor hotel
de Cancún o de Sevilla
oye hablar de la guerrilla
como quien oye llover?
Y, sin embargo, excluido
de partidos y banderas,
me conmueve tu manera
de no darte por vencido,
de disputarle al olvido,
la hoguera del porvenir,
de desempolvar la crin
del caballo de Zapata,
de matar a los que matan,
de enseñarnos a vivir.
Me encargaste una canción
y por décimas te salgo
hace meses que cabalgo
sobre la contradicción
de restaurar la emoción,
en tiempos tan iscariotes
con la mano en el escote
del verso a la antigua usanza.
Así hablaba Sancho Panza
con mi señor Don Quijote.
Por lo demás, cuídate
cuando vengan por las malas,
que no te rocen las balas,
que no te falte papel,
ni frijoles, ni mujer,
que la virgen lacandona
te esconda bajo su lona,
te lo pide un gachupín
que se despierta en Madrid
soñando con tu persona.
Buenos Aires, julio, 1998.
Al final, Sabina escribió a mano : "Querido Sub: Tarde y mal ahí llevas un adelanto. La canción saldrá en febrero. Con ganas de verte pronto... Todos los abrazos. Siempre. Joaquín Sabina."
A principios de aquel mismo mes de julio, durante una gira por México, Sabina hizo mención del viejo proyecto de componer una canción que le había solicitado Marcos: "Bueno, es verdad que un día hicimos una letra y Fito (Páez) le puso ya una melodía, pero Marcos aún no aparece entre mis canciones".
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Joaquín Sabina no podía faltar. Simpatizante declarado del 'subcomandante Marcos' y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, prolongó su estancia en tierras mejicanas, durante el pasado marzo de 2001, para cantar en un concierto de carácter gratuito y de bienvenida a la caravana indígena, en su llegada a la capital de Méjico.
"Desde que le plantearon la idea, la semana pasada, a Sabina le entusiasmó. Sin embargo, no era totalmente seguro que pudiera participar porque tenía actuaciones firmadas en España. Pero las aplazó y se quedará unos días más en el Distrito Federal" declaró un representante de su sello musical.
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